La Guarida Nacional: Hidalgo
Fernando de Ita / Víctor Roura
[El veterano crítico de teatro plantea una encrucijada, acaso irresoluble por mera indecisión burocrática que sólo refleja la indolencia de un aparato público. Porque esta sección de Notimex para abrir la puerta al diálogo buscó puntualmente al secretario de Cultura de Hidalgo para obtener sus puntos de vista, pero los días transcurrieron en blanco, sin respuesta, sin atendernos personalmente, sin mostrar ningún interés. La respuesta, pues, sigue soplando en el viento hidalguense, como dice el poeta Bob Dylan.]
¿Dónde está el dinero?
Fernando de Ita
Hidalgo, 3 de junio (Notimex).— Mientras en estados como Jalisco, Guanajuato, Veracruz y Yucatán los gobiernos locales han ofrecido apoyos al sector artístico que van de los 20 a los 3 millones de pesos de adjudicación directa para paliar los estragos del Covid-9, en el estado de Hidalgo el secretario de Cultura, Olaf Hernández, parece estar de vacaciones porque, fiel a su costumbre, no ha hecho nada para mitigar la pérdida de trabajo del gremio y los apuros de los espacios independientes para no morir de inanición.
El 24 de marzo los profesionales del arte escénico del estado que se inscribieron en el Movimiento Nacional No Vivimos del Aplauso entregaron en la Secretaría de Cultura de la entidad las propuestas que esa coordinación de pares le hiciera a las autoridades federales con el fin de crear un plan de emergencia para los cientos de creadores que, al igual que la mitad de la población, si no trabaja no come. Y 12 días después, para hacerle honor a la tardanza con la que el secretario atiende los asuntos urgentes, respondió con un oficio de siete hojas en el que remite a los peticionarios a las acciones generales que ha tomado el gobierno de Omar Fayad para enfrentar la pandemia, en las que no hay una sola mención, ni un sólo apoyo específico, para el sector artístico.
Por otro lado, el 23 de marzo la Secretaría de Cultura federal publicó una estrategia denominada “Contigo en la Distancia” en la que se comprometía a transferir un millón de pesos a los estados para que se sumaran a esta iniciativa, ofreciéndole a cierto número de artistas un pago por transmitir en la red obras ya montadas o por montar.
A más de dos meses de este compromiso los integrantes locales de No Vivimos del Aplauso se preguntan qué pasó con ese dinero porque, fiel a la secrecía que rige su mandato como secretario, el funcionario consentido del gobernador no ha informado nada al respecto.
Favoritismos
Digo que Olaf Hernández es el predilecto de Omar Fayad porque nunca en la lista de funcionarios culturales del estado alguien había sido tan criticado, tan exhibido en su ineficacia como el susodicho, y el gobernador lo ha respaldado. Debo agregar que el mandatario estatal ha estado muy activo atendiendo la emergencia en el campo de la salud, la movilidad y la economía, pero ha pasado por alto que uno de los sectores que no ha sido tomado en cuenta es el de los creadores de ficciones. Si ha sido así, considerando que para eso está su secretario de Cultura, es un hecho ?no un infundio, ni un ataque sesgado a su gobierno? que, fiel a su trayectoria, su secretario sólo se ha expuesto al ridículo.
Para aumentar el desconcierto de los artistas que recibieron sólo un oficio desvinculante de la Secretaría, en respuesta a su petición de apoyo, el jueves 28 de mayo el “representante de la comunidad dancística del estado de Hidalgo” publicó un comunicado en el que informa que le pidió al gobernador y a la Secretaría de Cultura estatal un apoyo económico, y da a entender que la respuesta fue positiva porque conmina a sus colegas a mandar sus documentos antes del 30 del mismo mes.
En otras circunstancias, ésta sería una buena noticia. En las actuales, queda muy claro que el secretario discrimina al grupo más notable de artistas nativos o radicados en el estado, pero atiende de inmediato a otro sector del conglomerado cultural. ¿Por qué quienes hicieron su petición en tiempo y forma son ignorados y quien lo hace sobre las rodillas es atendido? ¿Será porque entre los primeros hay voces inconformes con la errática administración del secretario?
A título personal
Ciudadano gobernador Omar Fayad; por última vez te digo, a título personal, pero seguro que es el sentir del gremio “disidente”, que exponer los dislates y la ineficacia de tu secretario de Cultura no es una forma de atacarte a ti ni a tu gobernanza. Por el contrario. Yo estoy gratamente sorprendido por la vitalidad que pones en la atención de la emergencia, por tu inmediata respuesta a la contingencia sanitaria, por asumir el costo político del Hoy No Circula. Si tu secretario mostrara el 10 por ciento de tu oficio político, de tu compromiso con tus representados, de tu actividad diaria, no estaría escribiendo estas líneas. ¿Pero qué ha hecho tu secretario de Cultura ante la emergencia del sector cultural? Nada. Sólo aumentar su desprestigio ignorando la legítima petición de los artistas más connotados del estado y atendiendo a otros, igualmente respetables, en condiciones de tiempo y forma que sólo subrayan que estás protegiendo a quien no lo merece. Y no me refiero a la persona, sino al funcionario. Algo que Olaf no ha entendido. No lo critico por ser el abogado Olaf Hernández, sino por ser la peor cabeza del sector cultural que hemos tenido en el estado de Hidalgo.
II
La parcialidad monetaria
Víctor Roura
EL caso de la escritora Elena Garro fue, en verdad, patético, porque no sólo refleja la cruda realidad del último camino del literato sino porque también retrata el abandono al que está propenso el ser que se ha dedicado únicamente a su arte.
—Me encuentro mal y quebrada, como México. En eso nos parecemos —declaró la autora en abril de 1996, entonces con 79 años de edad, afectada por el síndrome de síncope cardiaco y enfisema pulmonar, entre otros padecimientos.
Elena Garro fue esposa de Octavio Paz, cuestión que en un ambiente como el de México nunca pasa inadvertida. Más aún con su desamparo. En 1972 decidió, por voluntad propia, irse a París con su hija Helena Paz Garro, quien laboraba como funcionaria en la embajada mexicana ubicada en Francia; pero a principios de la década de los noventa, así como se fue, regresó y, casi desde su retorno, lamentablemente —para ella— Elena Garro era noticia por su pública soledad, sus enfermedades, sus angustias financieras, sus constantes lamentos.
La autora de libros como La mudanza y Recuerdos del porvenir, así como de innumerables guiones fílmicos (la célebre Las señoritas Vivanco la escribió al alimón con Juan de la Cabada), era beneficiaria del Fonca con una beca vitalicia que ascendía a más de 10,000 mil pesos mensuales (quizás ahora se escuche mínima la cantidad, pero en aquel momento era un magnífico estipendio). Sin embargo, no le daba para vivir.
—Nuestra situación económica es difícil y la beca resulta insuficiente para la compra de oxígeno y medicamentos que requiere —había declarado a principios de 1996, una vez más, su hija Helena Paz.
Por ello había solicitado un apoyo mayor al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, un auxilio generalizado a la comunidad intelectual y una petición especial a las editoriales Planeta y Grijalbo, las cuales publicaron sus obras, para que efectuaran el pago correspondiente de sus regalías que, como es ya una centenaria costumbre, estaban retrasadas.
El miércoles 17 de abril de ese mismo 1996, según un reporte de la agencia Notimex, Elena Garro volvió a ingresar al Hospital Cuernavaca, donde residía (no en el hospital, sino en Cuernavaca), luego de que los médicos diagnosticaran síndrome de síncope cardiaco, además de enfisema pulmonar, decalcificación, salmonelosis y anemia.
El problema era grave.
Seguridad social en vez de becas
Empero, la dificultad se había acrecentado porque, y así se lo tomaron diversos medios de comunicación sin la suficiente claridad al respecto (por pruritos intelectuales y temor a las palabras llanas, directas), se trataba de la exesposa del Premio Nobel —y, sí, puede escucharse rudo, mas el papel periodístico de la cultura ya se había ceñido a esa leyenda. Elena Garro, por lo tanto, era ya un mito de las letras nacionales. No era cuestión de introducirnos a un análisis donde Perogrullo interviniera (“¿y qué sucedería si en lugar de Elena Garro hubiera sido, digamos, Edith Lecuona?"), pero sí nos da motivo de sumergirnos en los abandonos fatales a los que caen algunos artistas e intelectuales en sus últimos años cuando miran solos caer el Sol, cuando con sus recuerdos caminan con lentitud sus ocasos. Ya no digamos en situaciones gravosas como la actual pandemia, donde los dineros hacen falta para los creadores: ¿quién previó esta urgencia desempleadora?
Elena Garro, ciertamente, merecía una ayuda inmediata por parte del instituto central de la cultura en México. Sin embargo, este socorro ya se lo había proporcionado ese instituto desde su fundación. La beca no es cualquier cosa (era aproximadamente el sueldo reunido de 17 salarios mínimos). Y el Conaculta, mientras no se inventara al vapor en aquel momento una cláusula al respecto, no atendía casos de agotamientos pecuniarios.
Supuestamente, la beca era un estímulo para seguir creando, no para sostener a una familia (bueno, se sabe de viajes a Europa de becarios solventes, de millonarios becarios que cedían sus respectivos emolumentos para crear cátedras que alimentaban sus codicias, se sabe que Paz recibió una residencia en Coyoacán como préstamo a causa de un inútil breve incendio en su otra mansión, se sabe de giras por el mundo de autores consentidos, se sabe de premios entregados a sí mismos, se sabe de compensaciones extra a magnates que organizaban orquestas infantiles sólo para estimularse económicamente…). Pero, con el desgarrador destino de Elena Garro, se exhibieron, de paso, las múltiples deficiencias del aparato motor de la cultura mexicana. ¿Por qué, en lugar de andar otorgando becas —caldos de cultivo codiciosos a quienes no las necesitan (es asunto sencillo nada más revisar la nómina para comprobar este hecho, que fuera aireado, por cierto, por diarios como El Universal o La Jornada en cumplimiento a su misión informativa a finales del siglo XX), el Conaculta no dispuso mejor un apartado especial para las urgencias artísticas e intelectuales? ¿Por qué no disponer de un seguro social para el autor, que fácilmente sería cubierto con todo ese recurso económico que a veces sólo va a parar a las arcas de un puñado recubierto de prestigios para la seguridad financiera familiar?
¿Quiénes fueron los primeros beneficiados apenas entró en vigor la cláusula salinista del Consejo Cultural? No es un secreto a voces: los cercanos a Octavio Paz, los que mantenían entonces el poder intelectual, todos aquellos cercanos a la mafia cultural, muchos de ellos ya fallecidos.
Preferencias soterradas
El caso de Elena Garro no es único, pero era subrayado por el hecho de ser la mujer de quien fue. ¿Este acento en la noticia tuvo malsanamente el objetivo de hacer mirar acaso la codicia del millonario Octavio Paz, quien ya legalmente no tenía nada que ver con la escritora caída en pena, fallecida por cierto cuatro meses después de la muerte del Nobel mexicano (ella en agosto y él en abril de 1998)? En un medio tan parcializado —y hasta cierto punto frivolizado— como el cultural, estas consignas aparentemente daban en el clavo. Porque tanto los reporteros como la propia Elena Garro ahondaban en Octavio Paz siempre que se hablaba de la obra de la escritora. Parecía imposible referirse a otros temas, como la necesidad de un sanatorio privado para artistas e intelectuales y evitar, así, los sufrimientos que, tarde o temprano, suelen asolar al hombre en sus días últimos. Y eso que Elena Garro tenía la beca deseada. ¿Cuántos artistas nunca la han obtenido y viven su ocaso en amarguras incontables y pesares mayúsculos, sin poder siquiera insinuar la petición de una ayuda oficial por carecer de referencias amigables o influencias de la cúpula cultural?
La cultura está envuelta con el mismo celofán que cubre a la República mexicana. Por lo tanto, no puede desapegarse del ritmo implantado por el eje rector gubernamental. Dice Fernando de Ita que, pese a su buena intención política, el gobernador de Hidalgo no apuntó, en su planteamiento oficial para la emergencia estatal a causa de la pandemia, una sola línea dedicada al estrato cultural, razón por la cual el secretario de Cultura hidalguense no ha realizado nada por los creadores locales, a excepción, al parecer, por un grupo danzario, igual de urgido que los numerosos otros grupos e individualidades. Es, pues, la misma situación que la de hace un cuarto de siglo: las preferencias nutren (rigen, digieren, mantienen, aligeran, parcializan) las decisiones políticas.
¿Por qué no responde el secretario de Cultura hidalguense?
No lo sabemos, nadie lo sabe, ni la responsable del área de Comunicación de esa Secretaría, Romina Osorno, que a los llamados de esta sección cultural decía no saber, aún, para cuándo el secretario podría charlar con nosotros y ofrecernos su punto de vista acerca de este asunto.
Quizás a una Elena Garro local sí la atendería por cuestiones de prioridades políticas.
Quizás.