Al filo de la muerte, los equipos de trabajo que laboran en el Panteón Municipal de Nezahualcóyotl continúan con el arduo trabajo de inhumación, cremación y exhumación de cuerpos, algunos fallecidos a causa del COVID-19.
Antes de la pandemia, el número de servicios funerarios que se trabajaban no pasaba de seis, recibían carrozas funerarias y los camiones del “último adiós” llenaban el pequeño estacionamiento. Ahora, en tiempos de Coronavirus realizan hasta 15 inhumaciones diarias y sólo se permite la entrada a grupos menores de 10 personas.
“Nosotros somos entrones, estamos al filo también, podemos contagiarnos igual que los médicos y enfermeros que aparecen en los periódicos, pero a nosotros nadie nos ayuda, como trabajamos con los muertos, no existimos” dice Don Nico, una hombre de 55 años que vive con su esposa, sus dos hijas, un nieto y un yerno.
Por su parte Santos, que lleva trabajando más de 40 años para el Ayuntamiento de Neza, los últimos cuatro en el panteón, se prende un cigarro al término de un servicio: “el trabajo aquí siempre es complicado, nosotros estamos acostumbrados a la muerte, al sol, a la gente llorando, pero no a temerle al trabajo”.
Los inhumadores de Neza se han convertido en superhéroes del inframundo, inician su jornada a las nueve de la mañana y terminan alrededor de las cuatro de la tarde. Se bañan hasta llegar a su casa porque en su trabajo no hay regaderas. “Nosotros quisiéramos llegar a casa sin el olor a muerte, nos da miedo contraer el virus y contagiar a nuestras familias”, explica David Carranza, mientras cubre la consigna de su overol amarillo que dice PEMEX, y que tuvo que conseguir por su propia cuenta.